Filemón es uno de los libros más breves de la Biblia, una epístola corta que compensa su escasa extensión con un mensaje poderoso sobre el perdón, la comunión y la unidad en la iglesia. Desde que fue escrita por el apóstol Pablo, esta pequeña pero contundente carta ha seguido impactando la vida de creyentes individuales y fortaleciendo la comunión de congregaciones locales en todo el mundo.

En la publicación de hoy, te invito a considerar la epístola a Filemón y el ejemplo que ofrece a los pastores. Como pastores del rebaño de Dios, todos debemos estar comprometidos con enseñar, modelar y fomentar el perdón y la reconciliación.

Un análisis cuidadoso de cómo Pablo manejó el conflicto entre Filemón y Onésimo resalta pasos prácticos que puedes seguir para guiar a quienes están bajo tu cuidado mientras enfrentan conflictos y buscan la reconciliación.

Sé amable con todas las partes involucradas.

Observa, en primer lugar, las palabras amables de Pablo hacia Filemón. No impone su autoridad apostólica con mano dura, obligando a Filemón a perdonar. En lugar de eso, le ruega humildemente como a un hermano (Fil. 7–9). Pablo también es muy tierno al referirse a Onésimo, llamándolo su hijo y su propio corazón (Fil. 10, 12), animando a Filemón a ver su nueva identidad como cristiano. Pablo demuestra claramente gracia y amabilidad en su trato con ambos y con su situación particular en el conflicto.

Con esto, Pablo establece un modelo claro para los ministros. Si queremos pastorear a nuestro pueblo hacia la reconciliación, debemos guiarlos con una mano gentil. Esta gracia debe mostrarse con generosidad y equidad. Al actuar de esta manera, das ejemplo a ambas partes del conflicto. Al enfocarte en tratar con amabilidad a quienes pastoreas, modelas el tipo de trato gentil que ellos deben tener entre sí.

Enfócate en el panorama general.

Pablo no usa esta carta para entrar en los detalles del pecado de Onésimo. No menciona cuánto le costó a Filemón, ni el tiempo que pasó desde que Onésimo huyó hasta que regresó, ni las leyes civiles implicadas. De hecho, no se describen los orígenes del conflicto con precisión. En cambio, Pablo se enfoca en el panorama general.

Da testimonio de la nueva identidad de Onésimo en Cristo y de su utilidad como siervo (Fil. 11–13, 16). Anima a Filemón a considerar la posibilidad de que incluso la traición de Onésimo pudiera haber sido, en última instancia, para su bien (v. 15). Pablo no toma partido, ni reaviva el dolor, ni alimenta el resentimiento. En cambio, anima a Filemón a considerar cómo esta situación podría ser usada para la gloria de Dios y el bien de la iglesia.

Una vez más, como pastores, haríamos bien en seguir este ejemplo. Al pastorear a las personas hacia la reconciliación, evita perderte en los detalles. Cuida de no perpetuar el conflicto innecesariamente. En su lugar, anima a ambas partes a ver cómo Dios puede usar su reconciliación para su gloria y el bien de la iglesia. Anímalos a verse mutuamente no como enemigos, sino como hijos de Dios y siervos útiles en su reino. Mantén tu mirada en el panorama general y ayuda a tu pueblo a hacer lo mismo.

Ayúdales a ver la obra de Cristo.

Como ya se mencionó, Pablo habla con énfasis a Filemón sobre la nueva identidad y valor de Onésimo en Cristo (Fil. 11–13, 16). También le recuerda con amabilidad la abundante gracia que él mismo ha recibido y la obra que Cristo ha hecho en su vida (Fil. 4–6, 19). El apóstol muestra cómo Cristo está usando tanto a Filemón como a Onésimo para ministrar a otros creyentes, y cómo también podría usar a Onésimo en la vida de Filemón. Este recordatorio sobre la obra del Señor sin duda animó a Filemón mientras se preparaba para perdonar la ofensa y sus consecuencias terrenales.

Una vez más, Pablo establece un poderoso ejemplo para los pastores de todas las épocas. Nuestro consejo debe apuntar a la obra de Cristo. Debemos ayudar a ambas partes a recordar la gracia de Dios: la gracia que Él les ha mostrado y la que espera que ellos muestren entre sí. Al guiar a las personas al perdón y la reconciliación, no hay herramienta más poderosa que recordarles cómo han sido perdonadas y reconciliadas con Dios por medio de Cristo.

Esté dispuesto a sacrificar.

Al animar a Filemón a perdonar a Onésimo y recibirlo en comunión, Pablo estuvo dispuesto a poner en riesgo su propio bienestar. De forma abierta y enfática se ofreció a asumir la deuda de Onésimo (Fil. 18–19). No se mantuvo distante, ofreciendo recomendaciones genéricas. No habló con palabras vacías y sentimentales. Mostró una clara disposición a hacer sacrificios personales con el fin de ver la reconciliación entre sus hermanos en la fe.

Amigo mío, si queremos guiar a otros hacia un perdón y reconciliación genuinos, debemos estar dispuestos a entrar en la lucha y sacrificarnos en el proceso. Debemos estar preparados para dar la cara por el bien del pueblo que Dios nos ha confiado—llorando con los que lloran. Debemos estar dispuestos a entregar nuestro tiempo, esfuerzo y recursos, para guiar a las personas hacia la reconciliación.

Se ha dicho que «errar es humano; perdonar es divino» (cf. Efesios 4:32). Mientras pastoreamos el rebaño de Dios que se nos ha confiado, que aprendamos del ejemplo de Pablo y, con gracia y diligencia, guiemos a otros hacia la reconciliación mutua.

 

[Nota del editor: Este artículo se publicó originalmente en septiembre de 2015 y ha sido actualizada]