El Salmo 1 es uno de los salmos más conocidos. Es una verdadera joya y uno de los salmos favoritos entre el pueblo de Dios a
través de los siglos. Fue colocado aquí, justo al principio, no porque se escribió primero. El salmo más antiguo es el Salmo 90 que
contiene una oración de Moisés y se remonta a aproximadamente los años 1400 A.C. Y el último es probablemente el Salmo 137, que fue escrito “junto a los ríos de Babilonia” (Sal 137:1) durante el cautiverio babilonio aproximadamente entre el año 586 a 538 A.C. Algunos incluso sugieren que debido a su final pudo haber sido escrito alrededor del año 400 A.C. Entonces, ¿por qué está aquí el Salmo 1?
Para responder esto, necesitamos dar un paso atrás y comprender primero el propósito del libro de los Salmos a la luz del resto de
los libros del Antiguo Testamento. Toda esta colección de salmos introduce la tercera división del canon hebreo, una división que el Nuevo Testamento identifica como “los salmos” junto con “la ley de Moisés” y “los profetas” en Lucas 24:44. El propósito de
esta tercera división del canon hebreo es instruir al pueblo de Dios a cómo vivir el pacto. Es una introducción perfecta porque instruye al pueblo de Dios a cómo experimentar la vida abundante en todas las circunstancias, ya sea en las profundidades de la
desesperación como en las alturas de la alegría.
La instrucción está integrada tanto a nivel individual en cada salmo como en la colección de salmos en su conjunto. Su mensaje puede resumirse en tres palabras: nuestro Dios reina. El libro de los Salmos ha sido intencionalmente distribuido y ordenado para transmitir esta instrucción fundamental mientras el pueblo de Dios busca experimentar la vida abundante para la que fueron creados y redimidos. Es, en esencia, un manual de instrucciones, una guía llena de principios divinos para el pueblo de Dios por el Dios del pueblo.
El Salmo 1 es un salmo práctico. Está aquí porque prepara el terreno para la lectura del resto de los salmos. Está al mando de toda la colección introduciendo la manera en que el pueblo de Dios puede crecer al experimentar la vida abundante tan amablemente proporcionada por él. Se erige como una magnífica puerta de entrada que nos acoge a esta extraordinaria colección de salmos que compone un sermón divino. Pero también es un portero fiel que nos confronta con lo que se necesita para encontrar la felicidad y la plenitud en la vida. El Salmo 1 es la puerta estrecha que nos dirige al resto del manual de instrucciones. Retrata tres claros conjuntos de contrastes que deben examinarse detenidamente antes de proceder a la lectura del resto del libro. Nos instruye a determinar si estamos con el justo o con el impío, porque esto afectará el modo en que el mensaje del libro—nuestro Dios reina—nos afecta. En la primera entrega de este hermoso primer salmo estudiaremos el primer contraste que el salmista nos muestra.
Salmo 1:1–2
El Salmo 1 inicia introduciendo al justo como “bienaventurado”. El versículo 1 dice: “Cuán bienaventurado es el hombre”. ¿Qué significa ser “bienaventurado”? “Bienaventurado” es lo opuesto a la “perdición”. Con seguridad ahora están preguntándose: “¿Cómo sabes exactamente?” El mismo salmista nos enseña esto al colocar estas dos palabras en los extremos opuestos del Salmo 1. Pero el hecho de que “bienaventurado” sea lo opuesto a “perdición” sólo nos ayuda si tenemos un entendimiento adecuado de lo que “perdición” significa en este contexto. Noten, en primer lugar, que no es el impío el que es destruido, sino más bien, es “el camino del impío” que lleva a la perdición. Esto es similar a otra ocurrencia de esta misma combinación de palabras en extremos opuestos donde “el deseo del impío” es destruido (Sal 112:1, 10). De la misma manera que la ambición del impío es destruída en el Salmo 112, así también lo es su “camino” en el Salmo 1.
En segundo lugar es interesante observar que en el Salmo 1 el impío es “como paja” (1:4). ¿Sabes para qué sirve la paja? ¡Para nada! Es algo ligero e inútil. Es parte del cultivo, pero una parte que es desechada por el agricultor. Por lo tanto, según el contexto, la “perdición” en el versículo 6 significa “quedarse en nada”. Puesto que la “perdición” significa “quedarse en nada” y es lo
opuesto a “bienaventurado” en el versículo 1, entonces el término “bienaventurado” debe significar algo como “tenerlo todo”. ¡El contraste es asombroso! Ser “bienaventurado” es gozar de bienestar en todas las áreas de la vida. Es por eso que a menudo diferentes pastores y comentaristas se refieren a la palabra “bienaventurado” como “feliz”. Se refiere a ese profundo sentido de gozo y satisfacción que proviene de experimentar la vida abundante que Dios quiere en nosotros a través de Su obra redentora a pesar de lo que realmente nos pasa en este mundo caído.
Este estado gratificante del justo no es algo dado automáticamente por Dios. En realidad, es el resultado directo de su repetida elección. El justo elige de manera activa no seguir la guía del impío. Esto queda bien claro en las tres líneas paralelas del versículo 1 que describen—de varias maneras—los valores que deben ser evitados por el justo para alcanzar la plenitud de la alegría, una satisfacción profunda en la vida. Allí radica el origen de su bienaventuranza que se describe con más detalle en el versículo 2.
La principal causa de este profundo sentido de gozo y satisfacción del justo es “la ley del Señor” (1:2). Él recibe su guía y sus valores, no del impío, sino de la auto-expresión autoritativa de Dios. Él es todo oídos a la voz de Dios a pesar del consejo preponderante del impío que clama incesantemente: “¡Vive así! ¡Sólo tienes una vida! ¡No te vas a arrepentir!” Y él decide hacerlo porque entiende que cuanto más rechace de corazón ese tipo de guía y ese tipo de valores, más completo será para la vida abundante que Dios quiere para él. El justo realmente entiende el hecho de que lo que forma su pensamiento forma su vida. Así que se satura con la revelación divina. Está empapado de arriba a abajo con la instrucción del Señor.
Noten, además, que el versículo 2 no dice que el justo es un “hacedor de la ley”. Más bien él se “deleita” en la ley. El punto es que el justo no está atrapado en un tipo de legalismo. Él no está viviendo la vida promoviendo el rendimiento personal como una especie de expiación personal continua. Él realmente encuentra placer en la ley del Señor. Es el catalizador de ese continuo sentido de gozo y satisfacción en su vida. El texto incluso va un paso más allá e indica que el justo “medita en su ley de día y noche”. Él mastica la auto-expresión autoritativa de Dios extrayendo cada gota de instrucción divina. Todo el día, cada día, él sigue regresando para escuchar la voz de Dios para su guía y dirección. Ningún aspecto de su vida es, estrictamente hablando, algo “secular” para el justo. Él confronta cada situación, cada circunstancia en la vida con miras de conocer y hacer la voluntad de Dios.
¿Cómo es posible esto? ¿Cómo puede alguien “deleitarse” en la ley del Señor de tal manera que busca volver a ella de “día y de noche”? Creo que la respuesta está en el texto mismo. Vuelvan a darle un vistazo al versículo 2. El justo no separa la ley de Dios de la persona de Dios. Él sabe quién es el dador de esa ley:
Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad; el que guarda misericordia a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, y que no tendrá por inocente al culpable; el que castiga la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación.
(Éx 34:6–7)
El justo no se cree la mentira que hacer la voluntad de Dios es perder toda alegría y satisfacción en la vida. Él continuamente opta por obedecer su instrucción porque siente el toque divino personal en la ley a la que se somete. Hay una relación estrecha y personal que se da a entender en el versículo 6 del Salmo 1. He ahí por qué el justo se deleita en la ley porque él conoce, o mejor aún, es conocido por el Señor de la ley. Y qué mejor gozo que hacer oír su voz en la forma en la que vive buscándolo en la Escritura, donde se encuentra.
¿Qué estamos eligiendo para nuestras vidas?