Larry y Alice Parker oraban que Dios bendijera a su familia de seis personas. Sin embargo, su hijo mayor sufría de diabetes y regularmente tenía que recibir inyecciones de insulina. Durante uno de los "servicios especiales" de sanidad de Daniel Badilla en su iglesia en Barstow, California, Wesley, su hijo de 11 años, pasó al frente de la congregación buscando sinceramente un milagro. Después de que el predicador hubiese pronunciado a Wesley sano, Larry escribió lo siguiente en el calendario del registro de insulina de Wesley: "¡Gloria a Dios nuestro hijo ha sido sanado!" Pero una prueba de la insulina de Wesley decía lo contrario. En fe, los Parker declararon que la sanción sí había sucedido y que el resultados inesperado de insulina era obra de Satanás.

Lo que sana a un hijo del Rey para la gloria del Señor es la respuesta de Dios a las oraciones fervientes de un creyente

Poco tiempo después, Wesley comenzó a sufrir náuseas y calambres estomacales severos que previsiblemente indicaban baja insulina. Larry y Alice pospusieron el tratamiento médico y buscaron que Dios le sanase mediante la oración. A pesar de su fe sincera, Wesley entró en coma y murió tres días después.

Un abogado en Indiana compartió una carta conmigo que recibió departe de Larry Parker (con el permiso de Larry). Habían pasado ya años desde la muerte de Wesley. Durante ese tiempo, Larry luchó para encontrar la verdad, la cual encontró sólo cuando buscó el consejo completo de la Biblia:

Le escribo esta carta con la esperanza y la oración que de alguna manera pueda compartir con ustedes una lección que he aprendido a un gran costo. Es sólo por la gracia de Dios y el amor de Jesucristo nuestro Señor el cual nunca falla y todo lo cubre, que mi esposa y yo hemos sido capaces de pasar a través de esta aflicción. . . . Queríamos ver a nuestro hijo sanó, pero tratamos de hacerlo por el camino equivocado. Durante nuestro juicio por homicidio involuntario y por maltrato infantil, mi esposa me dijo lo que el Señor le había mostrado, que fue nuestra falta de amor lo que falló a Wesley, pues la palabra de Dios dice: "El amor nunca deja de ser" (1 Corintios 13:8).

Entonces supe que habíamos permitido que lo que pensábamos que era fe nos permitiera olvidarnos del amor. Cuando orábamos por Wesley y lo veíamos en dolor obvio, nuestro amor por él quería darle la insulina que sabíamos detendría su sufrimiento. Sin embargo, nos pareció que sería una falta de fe, y le costaría su sanidad. Fue hasta después que nos enteramos de que nuestras acciones fueron contrarias a lo que la Escritura dice. La Palabra de Dios dice que el amor es mayor que la fe (1 Corintios 13: 8).

El problema reside en el hecho de que confundimos el tener fe y el creer. Pensábamos que si creyésemos lo suficiente, la sanidad se llevaría a cabo; atamos la sanidad de nuestro hijo a nuestra habilidad de creer lo suficiente, es decir, tener suficiente fe. El hecho de haber retenido la medicina, especialmente aquella medicina que le hubiese salvado la vida, fue un acto sumamente presuntuoso de nuestra parte que termina obstaculizando la labor del Espíritu de Dios. Mi oración es que considere estos pensamientos con seriedad, ya que han sido pagados a un precio incomprensible que nadie pagaría voluntariamente (cp. Larry and Alice Parker, We Let Our Son Die [Irvine, CA: Harvest House Publishers, 1980]).

Estoy profundamente conmovido por la honestidad de Larry, sin mencionar el terrible dolor que sufrió (la cuestión es aun más dolorosa cuando la vida de un ser querido está en juego). Dios puede, ha y continua sanando, pero siempre los hace para sus propios propósitos, a su propia manera y en el tiempo señalado. No podemos obligar a Dios a que sane, ni podemos humanamente fabricar una experiencia de sanación genuina.

Trágicamente, nuestro mundo ofrece falsificaciones muy convincentes. Aún más triste es que en nuestro afán de ver la obra de Dios, a veces nosotros como cristianos corremos detrás de cualquiera que diga poder hacer milagros de sanidad. Al hacerlo, trivializamos la sanidad genuina y divina y aceptamos ilusiones engañosas del hombre en el lugar de la intervención divina de Dios.

Un examen honesto y completo de la Escritura (Isaías 53:4-12; 1 Corintios 12:9, 28, 30; Santiago 5:13-20; 1 Pedro 2:24-25) demuestra que no hay ninguna base bíblica para creer que exista un ministerio de sanidad milagrosa que se pueda llevar acabo por medio de un curandero humano hoy en día. Tal ministerio terminó al final de la época apostólica. Presuntos ministerios de sanidad contemporáneos ni siquiera semejan el patrón bíblico y vergonzosamente no logran replicar el propósito, los tiempo, el alcance y la intensidad de las sanidades que vemos en la Biblia.

Sí, Dios a veces puede actuar de tal manera que la única explicación para dicha sanidad física es su intervención directa. Pero aun así, la sanidad que viene por la intervención directa de Dios no es instantánea y no siempre es completa. El toque inconfundible de nuestro Señor no puede ser reproducido por alguna demanda, truco, método o súplica de un curandero con buenas intenciones. Lo que sana a un hijo del Rey para la gloria del Señor es la respuesta de Dios a las oraciones fervientes de un creyente.

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Richard Mayhue es profesor de investigación teológica en The Master's Seminary. Formó parte del profesorado en 1989 y fue nombrado decano del seminario en 1990. En su trayectoria como pastor, profesor y teólogo ha escrito y contribuido a más de treinta libros. Hoy en día vive en Los Ángeles, CA al lado de su esposa.

Publicado originalmente en ingles aquí.