Según algunas encuestas recientes, la experiencia de sentarse a escuchar un sermón expositivo promedio es equivalente a ser invitado a un concurso de bostezos. Mucha gente ve a los predicadores expositivos como tipos raros que monótonamente recitan referencias abstractas a partir de comentarios académicos, mientras que la congregación se duerme y se aburre. Muchos creen que la oración más genuina que se pronuncia en tales iglesias es una súplica silenciosa para que el sermón termine.
Claro que cualquiera que se atreve a criticar tal clase de predicación rápidamente va a 2 Timoteo 4:3 con la esperanza de poder descubrir que su análisis negativo está motivado por un deseo inconsciente, buscando alguna forma de poder decir que está en favor de tales sermones. En otras palabras, cualquiera que se aburre con estas predicaciones llega a pensar que puesto que el predicador debe ser un tipo sumamente inteligente, entonces algo debe estar mal con uno mismo.
Pero, ¿es correcto pensar así?
¿Es malo querer predicaciones que sean cautivadoras, de gran alcance y que cautiven nuestra atención? ¿Criticar un sermon, necesariamente demuestra necedad y anhelos mundanos?
La predicación expositiva debe ser la clase de predicación que conmueve el alma y el corazón. Éste tipo de críticas pueden ser sumamente útiles para poder entender cómo debería de ser un sermon.
Aquí hay cinco características que debe tener todo sermón expositivo:
1. La predicación expositiva debe ser poderosa.
“Ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder” (1 Corintios 2:4).
Ningún predicador busca ser aburrido. Sin embargo, en la práctica, muchos parecen pensar que una simple discusión sobre el texto, por más tediosa y aburrida que sea, debe ser suficiente evidencia para poder llamarla un “predicación expositiva.” Sí, Pablo no utilizó técnicas de retórica mundana helenística cuando predicaba. Él se basaba únicamente en la obra del poder del Espíritu a través de la proclamación de la verdad de Dios. Por lo tanto afirmamos que no hay poder innato en ningún aspecto de la homilética, a menos que sea basada en la Escritura. Al igual que Pablo, la confianza del predicador debe descansar en el poder de Dios, no en la fuerza de su propia habilidad retórica.
Sin embargo, la predicación del apóstol no era sermones muertos o mediocres. Pablo era un predicador audaz (Efesios 6:19-20), convincente (Hechos 19:8; 26:28; 28:23), sincero (Hechos 20:31; Romanos 9:2; 2 Corintios 2:4) y centrado en Cristo (Colosenses 1:28-29). Como heraldo de la verdad, el fervor de su predicación refleja el poder del mensaje. La nuestra debe de ser igual.
2. La predicación expositiva debe ser persuasiva.
“Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres” (2 Corintios 5:11).
Predicar va más allá que explicar, predicar es persuadir. Habiendo interpretado correctamente el texto, la exposición bíblica debe buscar confrontar y persuadir la voluntad. El proceso de exégesis y homilética deben llevar a la congregación a creer las verdades del mensaje bíblico.
El predicador, a la hora de pararse delante de la congregación, debe pararse sobre la presuposición de que la gente necesita ser persuadida. Ningún hombre de Dios debe creer que su congregación ha llegado o que ya son lo que deben ser, pues el pecado y la tentación activos en cada miembro en la congregación.
Por lo tanto, el mandato fundamental a la hora de predicar requiere la entrega del mensaje con gran persuasión para persuadir a sus oyentes a creer la verdad. El mensaje del predicador debe abordar tanto la mente como la voluntad. Hasta que el expositor esté convencido que su objetivo al predicar es influir el alma e informar corazones, su celo por predicar persuasivamente permanecerá latente y su congregación permanecerá impasible.
3. La predicación expositiva debe tener un propósito.
“Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. ” (1 Juan 2:1)
Si los aspirantes a ser expositores han de escapar de la reputación de ser aburrido, sus sermones deben tener un propósito claro. No es raro que un pastor joven confiese que después de haber hecho toda su investigación y formulado su sermón, en la urgencia de saber que el domingo por la mañana se acerca, de alguna manera se haya olvidado de reflexionar sobre el propósito de su predicación.
Antes de pararse sobre el púlpito todo predicador debe preguntarse a sí mismo: “¿Por qué es que este mensaje es vital que mi audiencia?” Es sumamente importante que él entienda el propósito de su mensaje, pues su congregación necesita saber lo que está a punto de decir. La pasión brota de un corazón que está centralizado con un propósito en mente.
4. La predicación expositiva debe ser práctica.
“Y os ocupéis en vuestros propios asuntos y trabajéis con vuestras manos, tal como os hemos mandado” (1 Tesalonicenses 4:11).
A veces los sermones son aburridos y distantes debido a que el predicador ha despojado el mensaje de toda implicación práctica. Debemos recordar que cada sermón expositivo debe ayudar a la gente a ver cómo la verdad de las Escrituras afecta sus propias vidas.
La predicación práctica toma lugar cuando la verdad bíblica se predica a la congregación de tal manera que ellos mismos comienzan a contemplar cómo aplicar la Palabra de Dios a sus propias vidas, incluso sin decirles qué y cómo lo debieran hacer. La predicación práctica presupone que el expositor ha estudiando su tema no sólo con el deseo de entender el texto, sino también con la intención de captar la atención de su congregación. Explicar la Biblia de una manera práctica implica que las cuestiones teológicas, por más distantes que parezcan, tienen que ser dispensadas para mostrar su relevancia a la hora de formular lo que uno piensa y actúa cotidianamente.
5. La predicación expositiva debe ser personal.
“Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; en nombre de Cristo os rogamos: ¡Reconciliaos con Dios!” (2 Corintios 5:20).
Cuando un sermón “expositivo” parece poco interesante, muchas veces es porque el predicador mismo no ha sido impactado por el mismo mensaje que está predicando. El predicador puede pararse y hablar verdades maravillosas y creer la veracidad y la infalibilidad de cada palabra, pero nunca será una predicación de gran impacto si el no se enfrenta a sí mismo con las verdades que está dispensando. Él puede hacer un análisis de cada verbo y sustantivo, y entender el bosquejo del pasaje a la perfección, pero si primeramente no se predica a sí mismo el sermón, sus palabras tendrán poco impacto espiritual.
A menos que un hombre se tome el tiempo para reflexionar sobre el significado del mensaje para su propia vida, su predicación parecerá inerte y desconectada. Esto no quiere decir que cada sermón revela una historia personal o es una puerta a la vida privada del pastor (nota: anécdotas personales deben ser utilizadas moderadamente). Sin embargo, a pesar de que el sermón mismo no debe ser sobre el predicador a nivel personal, siempre debe de ser un asunto personal con el predicador mismo antes de que pueda ser un asunto eficaz a los demás. La falta de aplicación personal, la meditación y la evaluación comunica más que las palabras; pero el hombre que ha personalmente reflexionado la verdad que él mismo está a punto de anunciar, será capaz de capturar los corazones de incluso el más crítico de sus oyentes. Cuando habla van a sentir que su corazón ha sido cautivado por la verdad que proclama.
Conclusión
A pesar de que es vital que la Biblia sea explicada con precisión, también debe ser proclamada con pasión. La verdadera predicación expositiva es poderosa, persuasiva, útil, práctica y personal. Por el otro lado, la predicación aburrida, tediosa u opaca no es realmente expositiva, no importa que etiqueta se coloque sobre ella.
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Tom Patton, graduado de The Master’s Seminary con una Maestría en Divinidades (M.Div.), es uno de los pastores de consejería y discipulado en la iglesia Grace Community Church en Los Ángeles, California. Él y su esposa, Lori, tienen tres hijos.