A menudo, cuando uno lee los evangelios, se sorprende por la cantidad de actividad demoníaca. Pareciera que cada dos o tres personas que se encuentran con Jesus están poseídos. ¿Por qué hubo tantos demonios cerca del ministerio del Señor? ¿Será esta una situación atípica hoy en nuestros ministerios, o igual? Y en caso de que sea igual, ¿Cuál debe ser nuestra actitud frente a la actividad demoníaca?

Permítanme hacer unas observaciones, principalmente sacadas del evangelio de Marcos.

¿Por qué hubo tantos demonios en los evangelios?

Por la presencia física de Jesus en esta tierra.

Primero, es importante establecer que la Biblia nunca nos dice que los demonios van a parar de hacer lo que hacían en los evangelios. Entonces, la cantidad de demonios y su capacidad no ha cambiado; es una realidad actual. Lo que un demonio podía hacer en Marcos, puede hacerlo hoy. Esto debe empujarnos hacia la oración, en particular a pedir que Dios nos guarde del maligno (Mt 6:13).

No cabe duda que la presencia física del Hijo de Dios sobre la tierra presentó una situación única. Seguro, Satanás orquestó sus huestes para hacer todo lo posible para arruinar los planes de Dios. Entonces, parece razonable que haya una concentración única de actividad demoníaca alrededor de Jesús (Vemos evidencia de esto, tanto en la tentación de Jesús, Mr 1:13, como la posesión satánica de Judas, Lc 22:3).

Jesús es luz, y las tinieblas huyen delante de Él. Es decir, si un demonio estuvo cerca de Jesús, este se sintió obligado a venir y postrarse delante de Cristo (Mr 1:23-24; 5:6). Algo que seguro no pasaría con un cristiano hoy en día.

Hoy en día, sin la presencia física de Jesús, los demonios pueden obrar de manera más clandestina. De hecho, Pablo nos advierte que así será en los últimos tiempos (1 Timoteo 4:1-3). El pasaje nos dice que los demonios inventarán falsas religiones cerca de la verdad para así condenar a más gente. Algunos tal vez se condenan adorando directamente a un demonio, pero muchos irán al infierno en pos de religiones como el Catolicismo.

¿Tenemos la autoridad de echar fuera demonios?

La Biblia nunca nos instruye cómo identificar si alguien es endemoniado. Antes bien, la posesión demoníaca en la Biblia siempre era obvia. Por ejemplo, el tipo de epilepsia que sufrió el niño en Marcos 9 no tenía origen en algo físico, ya que el padre afirma que el demonio le echaba al agua o al fuego con la intención de matarlo (Mr 9:22).

Es importante ver que Cristo nunca nos dio a nosotros el mandato ni las instrucciones de cómo expulsar a un demonio, eso sólo lo dio a sus discípulos, Mr 6:7. Además, en Marcos 16:17-18 (un texto cuya inspiración es cuestionable), el punto no es que todos los creyentes expulsarán demonios, ni que todos hablarán en lenguas (Pablo afirma que no todo creyente habla en lenguas, 1 Cor 12:30) ni que todos beberán cosas mortíferas sin que les haga daño, sino que este es el tipo de cosas que sucedería a los creyentes en general.

Además, no existe un don de expulsar demonios en la Biblia, sino que el don de sanidades es lo que curaba tanto enfermedades físicas como enfermedades espirituales (Lc 7:21; Hch 5:16). Es decir, si alguien no tiene la capacidad de vaciar un hospital de todos sus enfermos, sabemos que no tiene tampoco la capacidad de expulsar a un demonio. El don de sanidades existía para autentificar a los que Dios usó para poner el fundamento de la iglesia (Ef 2:20, 2 Cor 12:12, Heb 2:3-4), por eso vemos milagros tan extraordinarios en el primer siglo (Hch 5:15; 19:12).

Entonces, no debemos hablar con demonios. Simplemente porque no tenemos dicha autoridad. Sin embargo, en la Biblia vemos como la persona que expulsaba demonios no sólo se dirigía a ellos, sino que, conversaba con ellos. Por ejemplo, en el caso del hombre con la legión de demonios, primero Jesús dice, “Sal de este hombre”, luego los demonios platican con Jesús y le piden permiso para entrar en los cerdos, Mr 5:8, esto se debe justamente a que Jesus tiene esta autoridad, pero no nosotros.

¿Qué debemos hacer frente a alguien que pareciera estar endemoniado?

1. Por razones anteriormente mencionadas, es probable que no nos enfrentemos con gente endemoniada con tanta frecuencia como Jesús. Sin embargo, como vemos en Marcos, sabemos que los incrédulos pueden ser atacados por demonios y a su vez ser poseídos por ellos. Lo que es importante recordar es que, de acuerdo con Jesús, aún si un incrédulo tiene un demonio el exorcismo sólo empeorará su situación (Mt 12:45). Por lo que al incrédulo no le conviene el exorcismo en sí solo.

2. En cuanto a creyentes, sólo podemos ser atacados por fuera (similar, tal vez, a lo que experimentó Job). Pero el creyente no puede ser poseído, ya que nadie puede esclavizar de nuevo a un creyente, ni obligarle a pecar (Rom 8:2). Además, somos el templo del Espíritu Santo que a su vez mora en nosotros (Rom 8:9). Esto implica que no debemos echarle la culpa a los demonios por nuestros malos pensamientos, más bien la culpa mora con nosotros (Stg 1:14).

3. La Biblia afirma que el evangelio es poder para salvar (Rom 1:16-17 y no da la condición de que antes hay que expulsar posibles demonios. Por lo cual, debemos dirigirnos al humano, no al demonio, y exhortarle a arrepentirse y creer el evangelio. Si la persona cree en Jesús, el Espíritu Santo vendrá a morar en la persona (Jn 14:23), encargándose de sacar fuera al demonio.

4. Si uno tiene temor de un demonio la Escritura nos manda resistir al diablo y así huirá de nosotros (Stg 4:7). Por otro lado, si un cristiano quiere pelear la guerra espiritual, debemos ir a la Escritura para reconocer que el exorcismo no es un mandato bíblico. Al contrario, el cristiano debe tomar la única arma que tiene en esta guerra, la palabra del Espíritu (Efe 6:17), y con ella destruir todos los argumentos que se levantan contra el conocimiento de Dios, “llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Cor 10:5).

Hermanos, la guerra espiritual es real. Y el poder de nuestro enemigo nos daría pavor, si no supiéramos que el que está con nosotros, es mucho más poderoso (1 Jn 4:4). Entonces, nos basta confiar en Sus instrucciones las cuales son suficientes para nosotros (2 Ped 1:3). No hay necesidad de buscar consejos mundanos sobre cómo enfrentar a su príncipe. Armémonos con toda la armadura de Dios, peleando cómo Dios nos manda: resistiendo la tentación, y evangelizando con la verdad divina que destruye las mentiras del diablo.

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El Dr. Josías Grauman sirvió como capellán en el Hospital General de Los Ángeles, y después fue misionero en la Ciudad de México. Actualmente es anciano de la iglesia Grace Community Church y sirve como director académico de The Master´s Seminary en español y el Instituto de Expositores. Es autor de libros como: Griego para pastores y Hebreo para pastores.