El año pasado, víctimas de negligencia médica recibieron $3,891,743,050 dólares. Tal cifra monetaria no puede ni siquiera comenzar a compensar el número incalculable de víctimas que sufrieron consecuencias dolorosas y a veces fatales por diagnósticos, tratamientos, medicamentos, cirugías, etc. bien intencionadas pero equivocadas. Teniendo en cuenta el potencial de error, medicos conocen la inmensa presión de diagnosticar a un paciente correctamente, pues la aplicación de su conocimiento tiene el potencial para curar, para dañar, o, en algunos casos, para matar.

El paralelo entre los profesionales médicos y los predicadores es claro: cada sermón lleva consigo el potencial de ayudar o perjudicar a las almas enfermas de pecado.

La predicación fiel no sólo explica el significado del texto, sino que también leva a sus oyentes a lidiar con los mandatos del texto
Según JI Packer, es por eso que los puritanos se veían a sí mismos como “médicos de almas.” Estos predicadores piadosos aceptaron su responsabilidad de promover la salud espiritual a sus congregaciones. Como consecuencia, su predicaciones estaban saturadas con la explicación de la verdad bíblica y con las aplicaciones prácticas de la verdad en la vida de los oyentes.

Mientras que el cuidar adecuadamente de nuestras congregaciones comienza con la cuidadosa educación y la exégesis, la predicación fiel no sólo explica el significado del texto, sino que también leva a sus oyentes a lidiar con los mandatos del texto. En otras palabras, la predicación fiel tanto diagnóstica como prescribe.

Permítanme ofrecer tres recordatorios para animaros a este fin:

1. La naturaleza de la Escritura exige que sus implicaciones sean proclamadas

La Palabra de Dios es “viva y eficaz” (Hebreos 4:12), no muerta y pasiva. Tiene la autoridad y el poder de Dios mismo. A diferencia de otras piezas de la literatura que acumulan polvo y permanecen intocables, la Escritura está cumpliendo con los planes eternos de Dios (Isaías 55:10-11) a través del poder de su Espíritu (Efesios 6:17). Howard y William Hendricks nos recuerdan que “la Biblia no fue escrita para satisfacer tu curiosidad. Fue escrita para transformar tu vida” (Living by the Book, 289).

Es importante recordar que debemos mirar tanto al significado del pasaje como a su aplicación. Cuando verdaderamente entendemos correctamente el texto, también podremos observar la aplicación correcta. Aunque debemos dedicar tiempo y esfuerzo para interpretar el texto, podemos estar seguros de que hubo y hay un propósito destinado por Dios en el texto que estamos estudiando.

Por lo tanto, como predicadores no debemos temer el dar las implicaciones del texto a nuestras congregaciones. Cuando los hacemos con cuidado, sin insertar nuestras propias conclusiones en el texto (lo que se llama eiségesis), la predicación práctica es una evidencia de la fidelidad (Tito 2:1-3: 9). La Palabra de Dios es la medicina y el pecado y la incredulidad el problema. Como predicadores, hemos sido formalmente comisionados a proclamar la prescripción (2 Timoteo 3:16-4:2). De no hacerlo, cometemos negligencia ministerial.

2. El ejemplo de Jesús demuestra que la predicación incluye exhortaciones prácticas

No tenemos mejor ejemplo para nuestra predicación que de nuestro Señor Jesús.

Considere la predicación de Jesús en el Sermón del Monte. Como un tapiz sin fisuras, los indicativos y los imperativos en este sermon se entrelazan con tanta fuerza que es difícil decir dónde termina uno y empieza el otro. Fue tan fuerte el llamado de Jesús a responder a las palabras de su sermon que al final de tal concluyó con una fuerte exhortación a poner en práctica sus palabras (Mateo 7:24-27).

Al igual que Jesús, nosotros como predicadores debemos dar a conocer tanto la información del texto como sus aplicaciones prácticas en nuestras vidas.

3. La sabiduría del pastor regula el énfasis de la aplicación en la predicación

La predicación fiel enfatiza las implicaciones prácticas del texto. Sin embargo, existe tal cosa como el exceso de aplicación en la predicación. Por ejemplo, el predicador no debe prescribir cuántas citas deben tener las parejas casadas durante la semana, que tan largas deben durar las devociones familiares o donde deberían los padres enviar a sus hijos a la escuela. Ese tipo de aplicaciones representan una forma de opresión pastoral que va más allá de lo que enseña la Escritura.

Entonces, ¿qué tan específico debe ser el predicador durante su sermón?

La respuesta requiere sabiduría y regulación. Un ejemplo a seguir de un predicador que mantuvo este equilibrio bien fue el apóstol Pablo. A veces la aplicación requiere de acciones específicas por parte de la congregación (Filipenses 4:2-3; 1 Corintios 5:1) sin embargo la mayoría del tiempo podemos hablar de manera general (Romanos 12-15; Gálatas 5-6; Efesios 4-6). El pastor fiel puede descansar en el conocimiento de que el Espíritu Santo está obrando constantemente en los corazones y las vidas de los creyentes, ayudándoles a aplicar las implicaciones generales del texto a sus contextos específicos.

Por supuesto que puede haber ocasiones en las que amenazas espirituales complicadas y/o persistentes requieran de una respuesta precisa desde el púlpito. En tales casos, la naturaleza del problema determina la especificidad de la prescripción. En tales cases es apropiado que el pastor explícitamente proclame la aplicación, siempre y cuando la necesidad de la congregación lo requiera. Como regla, busque ser general, y sea específico sólo cuando sea necesario.

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Justin Harris es graduado de The Master’s Seminary y actual pastor de Membresía en Grace Community Church. Él y su esposa Tonya tienen cinco hijos.

Publicado originalmente en inglés aquí.