El artículo del día de hoy es una adaptación de uno de los puntos de nuestra Declaración doctrinalAquí puede leer el resto de nuestra declaración doctrinal, la cual cubre cada uno de nuestras creencias doctrinales de manera sistemática.

¿Qué es la iglesia?

Todos los que confían en Jesucristo son inmediatamente colocados por el Espíritu Santo en un Cuerpo espiritual unido, la iglesia (1a Corintios 12:12, 13), la novia de Cristo (2a Corintios 11:2; Efesios 5:23-32; Apocalipsis 19:7-8), de la cual Cristo es la cabeza (Efesios 1:22; 4:15; Colosenses 1:18). La formación de la iglesia, el Cuerpo de Cristo, comenzó en el Día de Pentecostés (Hechos 2:1-21, 38-47) y será completada cuando Cristo venga por los Suyos en el rapto (1a Corintios 15:51, 52; 1a Tesalonicenses 4:13-18).

La iglesia es un organismo espiritual único diseñado por Cristo, constituido por todos los creyentes que han nacido de nuevo en la época actual (Efesios 2:11- 3:6). La iglesia es distinta a Israel (1a Corintios 10:32), un misterio no revelado sino hasta esta época (Efesios 3:1-6; 5:32).

El establecimiento y continuidad de iglesias locales es enseñado y definido claramente en las Escrituras del Nuevo Testamento (Hechos 14:23, 27; 20:17, 28; Gálatas 1:2; Filipenses 1:1; 1a Tesalonicenses 1:1; 2a Tesalonicenses 1:1) y los miembros del único cuerpo espiritual son dirigidos para asociarse juntos en asambleas locales (1a Corintios 11:18-20; Hebreos 10:25).

¿Quién es la autoridad de la iglesia?

La autoridad suprema de la iglesia es Cristo (1a Corintios 11:3; Efesios 1:22; Colosenses 1:18) y que el liderazgo, dones, orden, disciplina y adoración son determinados por medio de Su soberanía como se encuentra en las Escrituras. Las personas bíblicamente designadas sirviendo bajo Cristo y sobre la asamblea son los ancianos (también llamados obispos, pastores y pastores-maestros; Hechos 20:28; Efesios 4:11) y diáconos. Tanto ancianos como diáconos deben de cumplir con los requisitos bíblicos (1a Timoteo 3:1- 13; Tito 1:5-9; 1a Pedro 5:1-5).

Tales líderes guían o gobiernan como siervos de Cristo (1a Timoteo 5:17- 22) y tienen Su autoridad al dirigir la iglesia. La congregación debe someterse a su liderazgo (Hebreos 13:7, 17).

La importancia del discipulado (Mateo 28:19, 20; 2a Timoteo 2:2), responsabilidad mutua de todos los creyentes los unos a los otros (Mateo 18:5-14), como también la necesidad de disciplina de miembros de la congregación que están en pecado de acuerdo con los estándares de la Escritura (Mateo 18:15-22; Hechos 5:11; 1a Corintios 5:1-13; 2a Tesalonicenses 3:6-15; 1a Timoteo 1:19-20; Tito 1:10-16). La autonomía de la iglesia local la cual es libre de cualquier autoridad externa o control, con el derecho de gobernarse a sí misma y con libertad de interferencias de cualquier jerarquía de individuos u organizaciones (Tito 1:5).

Es escritural que las iglesias verdaderas cooperen entre ellas para la presentación y propagación de la fe. No obstante, cada iglesia local, a través de sus ancianos y su interpretación y aplicación de la Escritura, debe ser el único juez de la medida y método de su cooperación. Los ancianos deben determinar todos los demás asuntos de membresía, políticas, disciplina, benevolencia, como también gobierno (Hechos 15:19-31; 20-28; 1a Corintios 5:4-7; 13:1; 1a Pedro 5:1-4).

¿Cuál es el propósito de la iglesia?

El propósito de la iglesia es glorificar a Dios (Efesios 3:21) al edificarse a sí misma en la fe (Efesios 4:13-16), al ser instruida en la Palabra (2a Timoteo 2:2, 15; 3:16- 17), al tener comunión (Hechos 2:47; 1a Juan 1:3), al guardar las ordenanzas (Lucas 22:19; Hechos 2:38-42) y al entender y comunicar el evangelio al mundo entero (Mateo 28:19; Hechos 1:8; 2:42). El llamado de todos los santos es a la obra del servicio (1a Corintios 15:58; Efesios 4:12; Apocalipsis 22:12).

Es necesario que la iglesia coopere con Dios conforme él lleva a cabo sus propósitos en el mundo. Para ese fin, él da a la iglesia dones espirituales. En primer lugar, él da hombres escogidos con el propósito de equipar a los santos para la obra del ministerio (Efesios 4:7-12), y él también da capacidades únicas y especiales a cada miembro del Cuerpo de Cristo (Romanos 12:5-8; 1a Corintios 12:4-31; 1a Pedro 4:10-11).

¿Existen dones en la iglesia?

Hubo dos clases de dones dadas en la iglesia primitiva: dones milagrosos de revelación divina y sanidad, dados temporalmente en la era apostólica con el propósito de confirmar la autenticidad del mensaje de los apóstoles (Hebreos 2:3-4; 2a Corintios 12:12); y dones de ministerio, dados para equipar a los creyentes para edificarse los unos a los otros. Con la revelación del Nuevo Testamento ya terminada, la Escritura se vuelve la única prueba de autenticidad del mensaje de un hombre, y los dones de confirmación de una naturaleza milagrosa ya no son necesarios para certificar a un hombre o a su mensaje (1a Corintios 13:8- 12). Los dones milagrosos pueden llegar a ser falsificados por Satanás al punto de engañar aún a creyentes (1a Corintios 13:13, 14:12; Apocalipsis 13:13, 14). Los únicos dones en operación en el día de hoy son aquellos dones no revelatorios para equipar y edificar (Romanos 12:6-8). Nadie posee el don de sanidad en el día de hoy pero que Dios oye y responde a la oración de fe y responderá de acuerdo a su propia voluntad perfecta por los enfermos, los que están sufriendo, y que están afligidos (Lucas 18:1-6; Juan 5:7-9; 2a Corintios 12:6-10; Santiago 5:13-16; 1a Juan 5:14-15).

¿Qué y cuáles son las ordenanzas?

La iglesia local se le han dado dos ordenanzas: el bautismo y la Cena del Señor (Hechos 2:38-42). El bautismo cristiano por inmersión (Hechos 8:36-39) es el testimonio solemne y hermoso de un creyente mostrando su fe en el Salvador crucificado, sepultado, y resucitado, y su unión con él en su muerte al pecado y resurrección a una nueva vida (Romanos 6:1-11). También es una señal de comunión e identificación con el cuerpo visible de Cristo (Hechos 2:41, 42).

La Cena del Señor es la conmemoración y proclamación de su muerte hasta que él venga, y siempre debe ser precedida por una solemne evaluación personal (1a Corintios 11:28-32). Mientras que los elementos de la Comunión únicamente representan la carne y la sangre de Cristo, la Cena del Señor es de hecho una comunión con el Cristo resucitado quien está presente de una manera única, teniendo comunión con su pueblo (1a Corintios 10:16).