Vivimos en un mundo que va muy de prisa. Hay tanto que hacer siempre y tan poco tiempo para hacerlo. Esto sucede también en el ministerio pastoral y, a menudo, podemos encontrarnos con poco tiempo para preparar nuestro sermón semanal. Por ello, es importante reflexionar en unos consejos y advertencias que serán esenciales en nuestro tiempo de preparación.


Orar

Hay que recordar siempre que la predicación no es solamente un ejercicio académico. Los predicadores sean nuevos o ya con experiencia deberían estar en oración constantemente, y buscando la dirección del Espíritu durante la preparación, al momento de predicar e inclusive después que se ha presentado el mensaje. Debe ser una prioridad porque al final es el Espíritu de Dios el que transforma los corazones y exhorta a los oyentes. El predicador depende entonces del Espíritu de Dios para acometer los cambios en las personas y es por esto que el predicador debe igualmente depender de la oración para que Dios traiga a la vida a personas espiritualmente incapaces por ellos mismos (Ez 37).

Empezar temprano

La meta en la predicación no es simplemente dar un sermón para llenar el espacio de la mañana del domingo, sino edificar a la congregación con la palabra de Dios. Por esto, no es necesario tener sermones planeados para todo el año porque hay diferentes necesidades en la congregación y muchas de ellas surgen de las conversaciones, visitas y sesiones de consejería. Sin embargo, sí es imperativo que el predicador dedique tiempo a preparar los sermones para que no solo ayude a su congregación, sino que él mismo sea edificado. Y esto no se puede hacer en uno o dos días antes de predicar. El predicador debe pasar tiempo en la Escrituras y meditar en ella, y esto requiere de tiempo. Entonces, empezar temprano es una prioridad.

Estudiar con diligencia

Pablo le dice a Timoteo en 2 Tim 2:15 “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado como obrero que no tiene de que avergonzarse que maneja bien la palabra de verdad.” Estas palabras deben estar en la mente de los predicadores porque lo que está en juego no es la aceptación de la congregación, sino que Dios sea agradado y exaltado. La lectura cuidadosa y el estudio diligente de las Escrituras le permiten a los exégetas poder decir: “Esto es lo que dice el Señor.” No es un trabajo sencillo y requiere disciplina. Inicialmente, se debe resolver en la mente del predicador las verdades que son centrales de las Escrituras, y en la medida en que mejora sus habilidades exegéticas, va a ir entendiendo más la Biblia. Es de mucha recompensa cuando con certeza el predicador puede decir: "Esta es la Palabra de Dios."

Planear el futuro

Una vez un maestro me dio un consejo de cómo preparar las predicaciones y creo que sería de mucha ayuda a cualquier predicador. Primero se divide el mensaje en tres secciones. La primera es el estudio exegético, que incluye desde la traducción de los idiomas originales hasta la consulta de los comentarios. La segunda es la homilética y que incluye hacer el manuscrito adicionando las ilustraciones y por supuesto introducción y conclusiones. La tercera es la meditación, es decir meditar en el mensaje para que transforme la vida del predicador. La sugerencia es que en cada semana se tome una sección; es decir, que el sermón que se predica lleva tres semanas trabajándose y está en la mente del predicador al momento de presentarlo. Ahora, como no se tienen tres semanas para cada sermón, entonces lo que se hace es que en cada semana se están trabajando tres sermones diferentes y cada uno de ellos se encuentra en una sección diferente del proceso. En una semana típica, el sermón 1 está en meditación, el sermón 2 en homilética y el sermón 3 en exégesis. Esto ayuda a tener en todo momento tres sermones en proceso y si se presenta algún inconveniente puede ayudar mucho tener avanzado el trabajo.