Cristo es la cabeza de la iglesia. Difícilmente alguien se atrevería a decir lo contrario; sin embargo, no siempre es así en la práctica. El Nuevo Testamento usa varios títulos para describir a Jesucristo: abogado (1 Jn 2:1), alfa y mega (Ap 21:6), autor de la vida (Hch 3:15), pan de vida (Jn 6:35), luz del mundo (Jn 9:5) y Señor de gloria (1 Cor 2:8), entre otros. Cristo es la principal piedra del ángulo (1 P 2:6), la cabeza del ángulo de la iglesia (Hch 4:11; Ef 2:20; 1 Pe 2:7) y el Esposo de la iglesia (Mt 9:15; Ap 21:2; 2 Cor 11:2; Ap 21:9). Efesios 1:20 dice que Cristo es “sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero”. Cristo no tiene rival y Su autoridad está establecida supremamente. Esto es cierto también en la iglesia. La iglesia es de Él y por ello prevalecerá: las “puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt 16:18). Cristo es quién está a cargo: “Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia” (Col 1:18), y “lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia” (Ef 1:22).
A pesar de los intentos por negar que Cristo es la cabeza de la iglesia, la Escritura no da lugar a ambigüedad. El no aferrarse a esta verdad ha hecho que la iglesia esté perdida y débil hoy en día. Entender esta doctrina es entender la magnitud de la iglesia. Por otro lado, ignorar esta doctrina es alejarse de la autoridad de Cristo sobre Su iglesia. En última instancia, es la verdad más simple de la iglesia y la más importante. ¡Cristo es la cabeza de la iglesia!
Porque Cristo es cabeza de la iglesia, debemos nuestra fidelidad y
lealtad a Él. Debemos dirigir nuestra atención a Él y evitar distraernos con
diferentes modas y filosofías que han invadido la iglesia y que han tomado
cautiva la atención de los mismos que deberían defender y guardar
fervientemente esta verdad. En ocasiones la iglesia parece importarse más por defender
causas sociales y aspectos socio-políticos que defender que Cristo es la cabeza
de la iglesia. Parece que para el creyente a veces es más importante escuchar filosofías
de vida, charlas amenas y mensajes motivaciones que escuchar Su Palabra siendo
predicada fielmente. ¿Cómo puede ser que la voz de la cabeza de la iglesia ha
sido silenciada por la misma que debería protegerla? Cristo ha perdido Su voz; por
lo tanto, ¡Cristo ha perdido su posición como cabeza! La autoridad de Jesucristo
como cabeza de la iglesia es sin lugar a dudas una verdad esencial para la
salud y efectividad de la iglesia. ¡Hay hombres que han sacrificado su propia
sangre defendiendo a Cristo y Su autoridad! Debemos defender y predicar que cristo
es la cabeza de la iglesia con un celo mucho mayor que nunca antes. Aún más,
debemos vivir a la luz de esta verdad, sometidos a Él en todo.
La caída en Génesis 3 ha producido en la humanidad una aversión a la
sumisión. La humanidad, sin Dios, buscará siempre ser independiente y evitar la
responsabilidad. Desafortunadamente, todo esto se ha adentrado en la iglesia y
socava la autoridad de Cristo como cabeza. La debilidad resultante no es debido
a una falta de conocimiento, sino debido al pecado. Nos resistimos a someternos
por orgullo. El orgullo es un estratega habilidoso. El tema debe ser abordado. En
una cultura donde nadie se somete a nadie y que se jacta en la autonomía,
hablar de que Cristo es la cabeza no puede ser más irrelevante o sin
importancia. De hecho, provoca un rechazo automático. La cultura dicta que no
debemos someternos a nadie. La iglesia lo ha creído y por eso no queremos someternos
a Cristo.
El debate y el rechazo a Cristo como cabeza de la iglesia no solo se
encuentra en la iglesia, sino también
en la arena académica y
teológica. Hay teólogos que levantan su voz contra ese liderazgo y autoridad,
ya que no quieren a Cristo como Señor. Algunos teólogos afirman que cuando la
Escritura dice “cabeza”, no lo hace para significar liderazgo y autoridad. Por
ejemplo, para este grupo, el término “cabeza” en Efesios 5:23 significa
“fuente”: “porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de
la iglesia”. El resultado es que desestiman el significado que Dios quiso
transmitir e imponen al texto sus preconcepciones o agendas. No desean
someterse a Cristo ni a nadie. Lo que desean es traer igualdad a la relación
matrimonial y deshacerse de la idea que el hombre es el líder y cabeza en el
hogar, y por su supuesto, deshacerse de la noción que Cristo es la cabeza de la
iglesia y del hombre. Wayne Grudem, que ha escrito exhaustivamente al respecto,
muestra que el argumento no tiene fundamento:
Aún no hay ejemplos inequívocos [sin ambigüedad] durante el tiempo del Nuevo Testamento o antes en los cuales kephalē tenga el sentido metafórico de “fuente”, y ningún léxico especializado en el período neo-testamentario incluye dicho significado, ni tampoco el léxico de Liddell y Scott incluye dicho significado aplicado a personas o a cosas que no son también el punto final de algo más...Además, incluso si el significado “fuente” o “parte prominente” fueran adoptados para algunos ejemplos de la palabra kephalē, aún no tendríamos ejemplos de “fuente” o “parte prominente” sin el matiz adicional de autoridad o mandato. Incluso en los textos donde se alega que “fuente” o “parte prominente” son el significado correcto, la persona que es llamada “cabeza” está siempre en liderazgo o autoridad. Por lo tanto no hay base lingüística para proponer que los textos del Nuevo Testamento que hablan de Cristo como cabeza de la iglesia o del esposo como cabeza de la esposa pueden ser leídos de manera correcta aparte de la atribución de autoridad al designado como “cabeza”.
John Piper y Wayne Grudem, “Recovering Biblical Manhood & Womanhood” (Wheaton, IL: Crossway Books, 1991) 467–8.
Grudem nos ayuda a ver más allá de la hermenéutica de la ambigüedad. Desafortunadamente, hay muchos hoy que adoptan este tipo de hermenéutica, torciendo las palabras para que signifiquen lo que quieren que signifiquen. La hermenéutica de la ambigüedad lucha solamente para quitar el significado que es claro y obvio. Hoehner, en su comentario de Efesios nos recuerda lo siguiente:
Primero, Dios ha sujetado todo en la creación bajo los pies de Cristo; y segundo, Dios dio a Cristo a la iglesia como cabeza sobre todo, lo que implica que es la cabeza sobre la iglesia. Ciertamente hay una progresión de pensamiento respecto del rol de Cristo.
Harold W. Hoehner, “Ephesians, An Exegetical Commentary”, (Grand Rapids: Baker Academic, 2002), 290.
Hay una claridad inequívoca en la asombrosa verdad del liderazgo de Cristo sobre la iglesia. Debemos obedecer y actuar en consecuencia a lo que Su Palabra revela. Cristo es Señor. Él es la cabeza de la iglesia y Él cuida de ella. No le pertenece a nadie más. Solo Él debe tener el lugar preponderante en la iglesia. Él debe ser adorado y debe tener la primacía. Que Su Palabra guíe nuestra teología y práctica. Sigamos al Maestro, oigamos Su voz únicamente y que Él reciba toda la gloria de principio a fin.