Teología es una palabra compuesta: «θεός» (Dios) y «λόγος» (palabra). La etimología de esta palabra recuerda al lector que la teología, por definición, tiene que ver con una palabra o un conocimiento concerniente a Dios. En este sentido toda persona es un teólogo porque todos tienen algún conocimiento concerniente a Dios. Aun el diablo es un teólogo pues tiene algo que decir en cuanto a Dios. Pero el asunto aquí no es si eres teólogo o no, sino si eres un buen teólogo.

Como creyente has sido llamado a ser un buen teólogo. La Biblia enseña que «toda la Escritura es inspirada por Dios» (2 Ti. 3:16) y que debes usar «bien la palabra de verdad» (2 Ti. 2:15). Debes trazarla con precisión. Si Dios ha revelado la Escritura y se ha revelado a sí mismo a través de ella, debes acudir a ella únicamente. En otras palabras, la teología debe estar basada en la Escritura. Cualquier cosa que podamos saber de Dios está revelada en las sagradas Escrituras.

Con base en lo anterior, si quieres ser buen teólogo debes preguntarte lo siguiente: ¿Qué dice la Biblia sobre Dios, el hombre, el pecado, la iglesia, el cielo, el infierno o cualquier otro tema? Esta pregunta te guiará a escudriñar las Escrituras y entender la vida desde el punto de vista de Dios. Ese es el único punto de vista que importa. Desviarse de las Escrituras es desviarse a opiniones y vanas palabrerías las cuales, conforme al apóstol Pablo, «conducirán más y más a la impiedad» (2 Ti. 2:16). Como cristianos no tienes nada que inventar, no tienes que buscar ser creativo. Tienes trabajo por delante. Tienes mucho que descubrir en las páginas de la Escritura. Mi pregunta para ti hoy es: ¿son las sagradas Escrituras la fuente de tu teología?

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