Una de las cosas más difíciles para el cristiano es ser fiel al Señor en la intimidad, en lo privado. Cuando nadie te ve, cuando estás solo en casa, relajado frente al televisor o la computadora, ¿estás siendo fiel a Dios? El cristiano debe vivir santamente tanto en lo público como en lo privado, tanto en el trabajo como en casa. Ya sea que hagas un deporte o que sostengas conversaciones con compañeros inconversos, debes ser fiel al Señor en todo momento.

Puede que te preguntes —como muchos— por qué razón es tan difícil tener una intimidad constante con Dios. Muchas respuestas podrían sugerirse, pero el meollo del asunto es que el cristiano no conoce a Dios lo suficiente. Ese es el punto de partida. En otras palabras, la falta de conocimiento de Dios es la fuente de su indiferencia. El hecho que un cristiano no conozca a Dios lo suficiente como para producir un cambio radical y constante en su vida hace emanar un desprecio constante hacia Dios y una falta de reverencia y temor que impacta cómo vive. El no cultivar en lo privado una relación real con Dios hará que el cristiano viva una doble vida. Además, si no eres consistente en tu relación con Dios, tampoco podrás vivir relaciones sinceras con el resto de las personas que te rodean. Si no actúas pronto, todo esto te llevará a una constante decadencia espiritual (Os. 4:6).

Muchos miran tu ejemplo

No se puede ver de menos la necesidad de vivir vidas santas. No debe haber diferencia entre lo que sucede en la iglesia y en el resto de los lugares. El cristiano no debe vivir un doble estándar. No se puede ser amable y cariñoso el domingo por la mañana y ser grosero y áspero el resto de la semana. Debe haber consistencia todo el tiempo.

A menudo, muchos jóvenes manifiestan odiar la iglesia y todo lo que tenga que ver con «religión». Esto se debe a que desde chicos fueron testigos de una hipocresía sistemática bajo la cual muchos padres —y cristianos en general— no fueron consistentes en vivir en privado como lo hacían en público. Los niños observan y no pasan por alto nada. No se les puede engañar y se asegurarán de comprobar que sus padres, maestros y pastores realmente vivan lo que «predican». Más aún, este tipo de comportamiento refleja una inconsistencia con su posición en Cristo.

No se puede tomar a la ligera la relación con Dios. No se puede separar la vida «spiritual» de la «secular». No existe tal separación. No hay —ni debe haber— diferencia alguna. Todo en la vida debe ser para la gloria de Dios y debes por tanto buscar adorarlo en todo lo que hagas. Vive para Él de manera santa y piadosa, confiesa tu pecado a diario y busca conocerlo más y más.

Cuídate de nunca olvidar…

El cristiano no puede olvidar la obra del Señor en su vida. No puede dejar de meditar en y agradecer al Señor por lo mucho que costó su salvación. Debe evitar volverse religioso y que se haga un callo tan grande que no le afecte en lo más mínimo vivir una doble vida. No olvides lo que Él hizo por ti (Dt. 8:11).

El ser humano olvida con facilidad. Por eso el cristiano debe cultivar un espíritu agradecido que recuerde las bondades de su Señor en todo tiempo (Sal. 103:2). Además, debe meditar continuamente en la palabra del Señor para que el Espíritu de Dios continúe renovando su mente. Solo este proceso constante hará que el cristiano sea fiel al Señor en la intimidad, sabiendo quién es él delante de Dios y quién es Dios.

No puedes engañar a Dios

Jesús constantemente recriminaba a los escribas y fariseos acerca su vida íntima. Estos líderes religiosos hacían todo para ser vistos por otros (Mt. 23:6), pero sus vidas privadas dejaban mucho que desear. Les importaba más la apariencia que una vida sincera que honrara al Señor, a quien decían seguir y servir. Por eso Jesús los comparó con sepulcros blanqueados (Mt. 23:27). Eran hipócritas (Mt. 23:13–15) y honraban al Señor «con sus labios» (Is. 29:13), «pero su corazón [estaba] muy lejos de [Él]» (Mt.15:8; cf. Is. 29:13). El Señor aborrece la mentira y la hipocresía espiritual (Mt. 23:1–36). Él no puede ser engañado. Tampoco puede ser burlado (Gá. 6:7). Él conoce tu vida por completo y nada está oculto delante de Él (Sal. 139:1–24).

Si Dios todo lo sabe, ¿por qué a menudo el cristiano vive pensando que puede engañar a un Dios omnisciente? Muchas veces no es por falta de conocimiento, sino por frialdad espiritual. Esta condición hace que la conciencia del cristiano se cauterice. La conciencia cauterizada acalla la culpa, permitiendo seguir adelante sin reparo, sin un semáforo que diga cuándo se debe detener. Alguien así vive como hipnotizado, sin ser afectado, mientras vive una doble vida. Ante el mundo presenta una cara, pero en la intimidad deja la actuación a un lado. Esta doble vida —una doble moral como la de los fariseos y escribas— parece no estorbarle en lo más mínimo, incluso cuando está al tanto que Dios todo lo conoce y que no puede ser burlado.

Un cristiano no puede caracterizarse por vivir una vida doble. Debe haber consistencia. Debe haber persistencia. Debe haber voluntad. Es en lo privado donde la verdadera relación con el Señor se da. Ahí no hay fingimientos. No hay nada que pueda ser ocultado. Todo es expuesto. Es en la intimidad de tu hogar donde se forjará tu caminar cristiano. El carácter piadoso no comienza en la iglesia, dirigiendo un servicio, sirviendo a otros o abrazando a los desvalidos con una enorme sonrisa. No. El carácter piadoso comienza a forjarse en lo privado, donde nadie te ve.

¿Qué debes hacer?

El cristiano debe examinarse continuamente. Debe ser sincero al reconocer su pecado delante del Señor. Una vez que ha reconocido su pecado, debe pedir perdón al Señor y anhelar verdaderamente un cambio, dependiendo del Señor en todo momento. El cristiano debe anhelar al Señor más de lo que anhela su propio pecado. Debe buscar insaciablemente la fuente de gozo eterna, ya que el gozo se encuentra solamente en Él. Si verdaderamente el cristiano disfrutase a Dios lo suficiente, pondría en mejor perspectiva su propio pecado. Todo hijo de Dios necesita cultivar a diario una relación de dependencia única con Dios donde Él sea la fuente de su gozo, deleite y satisfacción.

Es primordial que cada cristiano tenga una relación única y privada con el Señor. Esto no puede fingirse. No se trata de apariencias ni de acciones externas, sino de una relación personal e íntima con el Señor en la cual depende de Él únicamente. La dependencia de Él no es para lograr algo a favor, sino para ser transformado a su imagen. Se trata de pasar tiempo a solas con Él y hacer de esto un hábito. Es imposible vivir una vida santa en realidad sin disfrutar a diario junto a la fuente de vida eterna a solas, orando y leyendo la Escritura. Este patrón de vida transformará la mente del creyente (Ro. 12:2) para pensar adecuadamente (Fil. 4:8) y vivir adecuadamente (Ef. 4:1). Además, hará que el Espíritu Santo siga obrando la transformación que todo hijo de Dios anhela y que es consistente con su posición en Cristo (2 Co. 3:18).

Para ser transformado y vivir una vida santa en lo privado, debes vivir de manera consistente de acuerdo a lo que ya eres en Cristo. Eres su hijo y debes conducirte como uno. Para saber cómo conducirte debes acudir a su palabra constantemente y depender de Él en oración. John MacArthur afirma lo siguiente: «estudio su palabra para amarle, en el ejercicio más digno de nuestros afectos y para servirle, el propósito más honorable y encantador al que podemos dedicar nuestro tiempo y nuestros talentos»[1]. Encontrarás que tu vida tiene sentido, consistencia y valor a medida que le conozcas más y más. Además, el Señor será sumamente exaltado a medida caminas más y más en santidad, ya que no solo lo harás en lo privado sino que esto será muy evidente también en lo público. John Piper, en su libro «Hermanos, no somos profesionales», nos muestra de una forma muy sincera lo hay en su corazón y que debería ser un deseo genuino en cada creyente: amar y agradar a Cristo en lo privado y anhelar ser diferentes en este mundo caído[2]. Busca ser diferente a este mundo, anhela diferenciarte a la oscuridad. Busca constantemente la luz. Solo Cristo tiene la solución. Solo en Él está la vida. Sé honesto, reconoce tu pecado y sométete a tu Señor. Siente la miseria por tu pecado y ven a Él con un corazón sincero. Busca agradarle en todo, ya sea que alguien te vea o no.

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[1] John MacArthur y Richard Mayhue, Teología sistemática: Un estudio profundo de la doctrina bíblica (Gran Rapids: Portavoz, 2018), 17.

[2] John Piper, Hermanos, no somos profesionales (Nashville: B&H, 2002), 21


 

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