Se ha escrito más música sobre Jesucristo que sobre cualquier otra persona que haya vivido. De todas esas canciones, la mayoría se ha centrado en el nacimiento de nuestro Señor. Aún más interesante es que muchas de estas canciones se enfocan menos en el nacimiento del niño y más en su carácter como rey.
Aunque sabemos que el niño nació siendo un rey, no tuvo, según la definición humana, un nacimiento real; pasó su primera noche en la Tierra en un pesebre, en un pequeño y oscuro pueblo. La historia de Jesucristo está incompleta si todo lo que vemos es la escena del pesebre. Solo comprendemos la historia completa cuando entendemos que Él es un rey. Y no solo cualquier rey, sino el Rey de todos los reyes.
El Mesías prometido
El profeta Isaías vivió 700 años antes del nacimiento de Jesús, y Dios le permitió mirar hacia el futuro para escribir su profecía. Es un libro increíble, con sesenta y seis capítulos, y gran parte de él se centra en la venida del Mesías. El pueblo judío se preguntaba: «¿Cómo sabremos cuándo vendrá el Mesías? ¿Cómo sabremos cuándo llegará el Redentor? ¿Cómo sabremos cuándo nacerá el Salvador?». En el séptimo capítulo de su profecía, Isaías lo aclara: sabrás cuándo viene el Mesías porque el Señor mismo te dará una señal.
Y aquí está la señal: una virgen concebirá y dará a luz a un hijo (Isaías 7:14). Esto es un milagro. Las vírgenes no tienen hijos. Pero sucedió una vez en la historia humana, en la persona de Jesucristo. Ese es el cumplimiento de la señal divina. A ese Hijo, Dios le dice a Isaías, se le llamará «Emmanuel», que significa «Dios con nosotros». Nacerá como un humano, de una madre humana, pero será Dios con nosotros. Será tanto Dios como hombre.
Pero luego el profeta Isaías continúa diciendo algo muy importante. Este hijo que nos será dado tendrá el gobierno sobre sus hombros (Isaías 9:6). Será coronado gobernante de todo. Él es el Señor de señores y Rey de reyes. Isaías continúa diciendo que «del aumento de su gobierno y de la paz no habrá fin» (Isaías 9:7). Su reino será inaugurado, crecerá y se expandirá hasta llenar todo el universo.
En este momento, Él gobierna sobre un reino invisible. No se sienta en un trono. No es conocido y visto por el mundo, pero gobierna sobre los corazones de aquellos que son sus súbditos, aquellos que lo han confesado como Señor y Salvador y Rey soberano. Él es nuestro Rey, nosotros los verdaderos cristianos, pero en el futuro, su reino se hará visible cuando regrese para reinar en la tierra.
Al final de ese reino terrenal, creará un nuevo cielo y una nueva tierra. Será un nuevo universo, libre de la mancha del pecado, en el cual reinará para siempre. Su reino se establecerá, dice Isaías, y se mantendrá con justicia y rectitud desde ahora y para siempre.
La oscuridad del nacimiento de Jesús: José y María, el humilde pesebre, los humildes pastores, nunca sugeriría ni por un momento que el niño que nació gobernaría todo el universo. Pero esa es la historia que cuenta la Biblia.
A veces escuchamos que a los reyes se les llama «Su Majestad» o «Su Eminencia» u otro tipo de título elevado y noble. En tiempos antiguos, cuando los reyes eran coronados, se les daban nombres de entronización similares a estos para que las personas que los estaban coronando les brindaran honor oficialmente. Dios le dijo a Isaías que cuando Jesús sea entronizado, se le darán cuatro nombres de entronización.
Admirable Consejero
Se le llamará Maravilloso Consejero: un consejero asombroso o sorprendente. En otras palabras, estará marcado por una sabiduría que va más allá de nuestra comprensión. Si ha de tener un reino eterno, solo puede perpetuar su reinado eterno tomando decisiones sabias. Aquí está el Rey infinitamente sabio, omnisciente, que lo sabe todo, toma cada decisión con sabiduría perfecta y nunca tiene que cambiar una decisión porque es el Maravilloso Consejero. Él gobernará con conocimiento y sabiduría perfectos.
Dios Poderoso
Se le dará otro nombre: Dios Poderoso. Es decir, es Dios y es poderoso o todopoderoso. No solo es omnisciente; es omnipotente. Para que un rey perpetúe su reino, debe tener más poder que cualquiera que asalte su reino. No hay nadie que pueda asaltar el reino de nuestro Rey. No hay nadie que pueda vencer a nuestro Rey. No hay nadie que pueda derrocar a nuestro Rey. Él es el Dios Poderoso.
Padre Eterno
Le darán otro nombre: Padre Eterno. Esto significa padre en todo sentido de la palabra. Un padre es un protector. Un padre es el guardián de su familia. Un padre es el proveedor. Un padre es la fuente de todo lo que tiene la familia. Él es el cuidador de la familia.
Este gobernante, este glorioso Rey, también será para nosotros un guardián, un protector y un proveedor que tiene en su almacén eterno todo lo que necesitaremos, para siempre. Ya ha comenzado a dispensar esos tesoros a aquellos que son parte de su reino espiritual, incluso ahora. No importa cuánto nos dé, y nos da misericordias cada mañana que son nuevas, extendiéndonos gracia sobre gracia desde la riqueza de su tesoro, el cual nunca se agota.
Príncipe de Paz
Le dan un cuarto nombre: Príncipe de Paz. Cuando piensas en un príncipe, probablemente pienses en alguien que no es realmente importante. Es el rey en espera, superfluo hasta que su padre muera. Pero esa no es la idea de la palabra utilizada aquí. Esta palabra significa gobernante. Lo llamarán el Gobernante de la Paz. En otras palabras, su reino estará marcado por una paz infinita. No habrá conflictos, hostilidad ni guerra en su reino. Es un reino marcado por la paz.
¿Puedes imaginar un gobernante así? Un Rey con conocimiento perfecto y poder absoluto, que es el guardián de su pueblo. Este Rey es un protector y proveedor, con fuentes infinitas y eternas, y brinda paz perfecta y duradera a todos en su reino. De esa paz surge el gozo, la alegría, la gratitud, la alabanza y la adoración para siempre jamás. Sin duda, el mundo necesita un gobernante como ese. Solo hay uno que puede ocupar ese papel, y es el Señor Jesucristo.
¿Por qué Dios nos ha dado un Rey así?
En Isaías 9:7, el profeta dice: «El celo del Señor de los ejércitos realizará esto». El Señor Dios ha decidido darnos este Rey debido a su celo, debido a su pasión. Todo esto se basa en esta gran verdad: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito» (Juan 3:16). Dios Padre nos da a este Rey por su gran amor.
Dios no nos dio solo un bebé en un pesebre. Nos dio un gran Rey: el Maravilloso Consejero, el Dios Poderoso, el Padre Eterno, el Príncipe de Paz, para que reine sobre nosotros, por siempre jamás.
La entrada a este reino se te ofrece si tan solo confiesas a Jesús como Salvador y Señor; si reconoces que murió en la cruz como sustituto de los pecadores y que resucitó, justificando a aquellos que ponen su fe en Él. Si lo confiesas como tu Señor y Rey, hoy estarás en su reino. Experimentarás todo lo que su reino espiritual provee a aquellos que le pertenecen. Un día participarás en la gloria de ese reinado terrenal y luego pasarás la eternidad en la dicha y alegría del cielo eterno.
La pregunta es: ¿Es Él tu Rey? El mensaje de la Navidad no es solo sentimental. Es un mensaje profundo de salvación. El Rey ha venido. ¿Inclinarás tu rodilla y te postrarás? ¿Reconocerás su majestad real, lo confesarás como tu Rey y recibirás las bendiciones eternas que ofrece?