La inspiración es la doctrina que enseña que Dios es el autor de la Biblia. En 2 Pedro 1, Pedro explica que la Biblia no es un invento humano. El texto bíblico no se originó en la mente humana, sino que los autores bíblicos literalmente fueron «cargados» por el Espíritu Santo. En otras palabras, aunque cada autor humano escribió desde su propia experiencia y contexto, y con su propio vocabulario y estilo, el Espíritu los llevó a decir exactamente lo que Él quiso. Esto es lo que Pedro enfatiza al afirmar que los autores bíblicos fueron inspirados.

Pero la inspiración no sólo se trata del autor. Algunos liberales dicen que los autores fueron «inspirados» por el Espíritu con ciertas ideas, pero que, a la hora de escribir, ciertos errores humanos entraron en las palabras que escribieron. Pablo brinda una respuesta clara a la afirmación anterior cuando, en 2 Timoteo 3:16, dice que toda la Escritura —es decir, el texto mismo— fue inspirado por Dios. La palabra que Pablo usa en este versículo para comunicar la inspiración de la Escritura es, en el original, θεόπνευστος (teópnuestos), que literalmente significa que toda la Escritura fue exhalada, o soplada por Dios. El producto final, las palabras mismas, son palabras que Dios escribió y, por lo tanto, cada palabra refleja los atributos de su autor.

La Biblia es poderosa porque su autor es poderoso. La Biblia es inerrante porque su autor no puede errar. La Biblia es suficiente porque su autor es omnisapiente y sabe exactamente lo que sus hijos necesitan. Cada palabra es perfecta. Cada palabra es intencional. Por lo tanto, cada palabra debe ser creída, obedecida y predicada por sus hijos.

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