Este es un artículo de nuestra serie «Querido pastor», en el que proporcionamos a pastores reales situaciones ficticias y les pedimos que respondan en una carta. Esta situación—aunque inventada—representa a innumerables pastores que experimentan luchas similares.
Nuestra meta es servirte, querido pastor.


Situación:

Te pones de acuerdo para tomar un café con un pastor joven. Él pastorea una pequeña iglesia en la pradera y está en la ciudad durante la semana para asistir a una conferencia. Tiene un corazón para el Señor y su iglesia local, y está claramente dotado para el ministerio. Le gusta hablar de su pequeña congregación en crecimiento, y se siente humillado por la obra que el Señor está haciendo allí.

Sin embargo, es evidente que algo va mal. Se nota en la tristeza de su rostro. Cuando le preguntas, finalmente admite lo solo que se siente. Le encanta cuidar de su rebaño y ama a su familia, pero se siente muy solo. No hay nadie con quien hablar sobre los sermones que está preparando o la consejería que está dando. No quiere llevar sus cargas a su esposa y a su familia, ya que no hay necesidad de agobiarlos con las preocupaciones de la iglesia, y por más que lo apoyen, no está seguro de que entiendan el peso del ministerio pastoral. Los ancianos que sirven con él le han animado, pero todos ellos tienen trabajos a tiempo completo y todavía están aprendiendo lo que significa ser un anciano. Desgraciadamente, no hay muchas otras iglesias alrededor de su pequeña iglesia en la pradera.

Lamentablemente, su conversación se vio interrumpida por otra cita. Pero no podías quitarte de la cabeza a este pastor solitario y fiel. Así que te sientas a escribirle la siguiente carta: 

Querido pastor, 

Gracias por aceptar el café de la semana pasada. Fue un placer pasar ese tiempo contigo, aunque breve, pero me dio gusto ponernos un poco al día. Lamento que nuestra conversación se viera interrumpida por otra cita, pero me alegró especialmente saber que tu esposa y tu familia se han adaptado bien y disfrutan de la vida en la zona rural donde estás sirviendo.

Una de las cosas que mencionaste brevemente fue la lucha ocasional que tienes contra la soledad. Esto no es inusual, especialmente cuando se ejerce el ministerio en una iglesia y comunidad pequeñas. Las comunidades pequeñas tienden a estar formadas por grupos familiares muy unidos, por lo que a veces es difícil entrar en esos círculos. Mi esposa y yo lo experimentamos al principio de nuestro ministerio, y sospecho que tú también.

Desde nuestra reunión, he pensado mucho en ti. Por tanto, pensé en escribir para compartirte algunas maneras prácticas que nos han ayudado a lidiar con una situación como en la que te encuentras.

En primer lugar, mencionaste que no querías agobiar a tu esposa con esta carga. Creo que es prudente resguardarla y protegerla. Es saludable tener precaución respecto a qué y cuánto compartes con ella. Pero al mismo tiempo, déjame animarte a compartir con ella las alegrías y las dificultades del ministerio. Ella es tu confidente más cercano, tu compañera, alguien que Dios escogió para caminar por la vida y el ministerio junto a ti. Como tu esposa, ella te conoce más íntimamente que cualquier otra persona, y por lo tanto sabrá la mejor manera de acompañarte y orar por ti. No le robes esta oportunidad de ministrarte.

Permíteme dar un paso más. Si te sientes solo, probablemente tu esposa también se sienta así. Mencionaste cómo el Señor ha bendecido tu ministerio; ahora comparte algunas de estas bendiciones con ella para que pueda regocijarse contigo. Cuéntale sobre lo que has descubierto en tu lectura devocional de la Palabra. Cuéntale de tu entusiasmo por el bosquejo de un pasaje difícil: cómo te detuviste en él, cómo finalmente lo elaboraste y cómo estas ansioso por predicarlo el domingo! Esto la bendecirá y te animará.

En segundo lugar, permíteme animarte a que te acerques a otras personas de tu comunidad. Quizá haya otro pastor en la zona con el que puedas tomar un café de vez en cuando. Puede que él tenga sentimientos similares de soledad. Cuando empieces a animarle, descubrirás que él también te anima a ti. Del mismo modo, te insto a que no sólo te relaciones con uno o dos pastores, sino que también te acerques a personas no creyentes cuyos hijos van a la misma escuela que los tuyos o que juegan en la misma liga deportiva de la comunidad. Esta es una gran manera de evangelizar basado en la amistad y construir relaciones para la eternidad. También, a medida que crezca la camaradería, la soledad se disipará y desaparecerá.

En tercer lugar, llama a un par de tus amigos del seminario. Haz una llamada en grupo para que compartan con los demás lo que están predicando. Tal vez puedas obtener sus ideas sobre una situación de consejería complicada que estés tratando en este momento (por supuesto, teniendo mucho cuidado de no divulgar ninguna información confidencial).

Por último, invita a los miembros de la iglesia a cenar a tu casa. Sé que habrá ciertas personas a las que te sientas atraído y con las que te relaciones más fácilmente. Quizá tengan hijos de la misma edad que los tuyos, o quizá tengan intereses similares a los tuyos. Sé que la precaución debe prevalecer cuando se entabla una amistad con los miembros de tu iglesia, pero eso no debe impedirte brindarles hospitalidad.

Bueno, estas son sólo algunas formas prácticas que mi esposa y yo encontramos útiles en los primeros años de ministerio. En cualquier caso, pídele al Señor que traiga a tu vida a otras personas (estén solas o no) para que puedas animarlas y satisfacer alguna necesidad en sus vidas. Cuando lo hagas, creo que también encontrarás tus necesidades satisfechas.

Gracias de nuevo por el café de la semana pasada. Me encantaría hacerlo de nuevo la próxima vez que estés en la ciudad. Hasta entonces, que el Señor te bendiga y te guarde.

Irv

Nota del editor: Para más de nuestra serie «Querido pastor», puedes leer Querido pastor: No te compares.


admisiones@tms.edu