Este es un artículo de nuestra serie «Querido pastor», en el que proporcionamos a pastores reales situaciones ficticias y les pedimos que respondan en una carta. Esta situación—aunque inventada—representa a innumerables pastores que experimentan luchas similares.

Nuestra meta es servirte, querido pastor.


Situación: 

Has quedado para tomar un café con un pastor joven de tu zona. Llevas tiempo queriendo reunierte con él para conocerle, pero la fecha siempre termina cambiándose, a veces incluso en el último momento. Finalmente, tienes la oportunidad de reunirte con él. Llega unos veinte minutos tarde y se disculpa entre risas. «El ministerio es una locura», son sus primeras palabras.

Una vez instalado, empiezas a hacerle preguntas sobre su ministerio. Rápidamente te das cuenta de por qué tardaste tanto en reunirte con este pastor: está involucrado en todo. Empiezas a tener la sensación de que a este joven pastor, rápido y carismático, no le gusta demasiado la palabra «no». Quiere hacerlo todo. Cuando le preguntas cómo está personalmente, por primera vez hace una pausa y admite que está cansado y que se siente tironeado en un millón de direcciones. Te confiesa que no ha dormido más de 4-5 horas por noche en los últimos 6 meses, y que muchos de sus sermones ni siquiera empiezan hasta el viernes por la tarde. Su tono cambia y se ríe para aligerar el ambiente: «¡Pero quiero gastarme por el Evangelio!». Al cabo de unos treinta minutos, se disculpa, claramente avergonzado por la ironía, y dice que se ha olvidado por completo de otra reunión y que tiene que marcharse. Ni siquiera tuviste oportunidad de hablar a su vida.

Mientras vuelves a casa, oras por el pastor. Desearías haber podido hablar a su joven y bienintencionado caos. Así que decides sentarte y escribirle lo siguiente:

Querido pastor, 

Fue un placer verte ayer, aunque fuera solo unos minutos. Si bien el tiempo fue breve, nuestra conversación ha perdurado en mi mente. Me identifico exactamente con los sentimientos y emociones que me transmitiste. Deseas servir fielmente a tu gente y tener un impacto en la comunidad. Para complicar el asunto, es probable que estes recibiendo comentarios positivos de aquellos en la comunidad que te ven involucrado y asistiendo tanto. La satisfacción que acompaña a la afirmación, combinada con el miedo a decepcionar a quienes te observan, puede hacer que sea un reto vivir de acuerdo con tu máxima prioridad. ¿Puedo ofrecerte tres ideas que podrían serte útiles? A mí me han ayudado mucho a lo largo de los años.

 

Date cuenta de que cada «sí» también conlleva un «no»

El compromiso con un acontecimiento o una tarea nunca se produce en el vacío. Tu presencia en un lugar significa tu ausencia en otro. Como pastores, nuestras agendas pueden llenarse porque tenemos miedo de decir que no. Pero recuerda que al decir sí a algo, estás diciendo no a otra cosa.

 

Mencionaste que tu preparación de sermones es limitada como resultado de las otras responsabilidades que has asumido. Piénsalo así: cada vez que aceptas una cita, estás diciendo no a la preparación del sermón. Cuando asistes a un evento por la tarde, estás diciendo no a tu familia. Mi intención no es disuadirte de reunirte con gente o de ser activo en tu comunidad. Simplemente quiero ayudarte a ver que el deseo de decir que sí a todo es una manera imposible de hacer ministerio. Cuando llenas tu agenda diaria con tantas cosas, te ves forzado a decir no al estudio de la Biblia, a la oración y al tiempo con tu familia. 

 

Sé que quieres dedicar tu vida al Evangelio. Recuerda, sin embargo, que esto se consigue teniendo un manantial espiritual lleno en el cual sumergirte. Si realmente te preocupa gastar tu vida por el evangelio, entonces tu prioridad debe ser pasar suficiente tiempo con el Señor.

 

Cuando era pequeño, mi padre me entrenaba en la liga de baloncesto de la iglesia. Me esforzaba mucho, trataba de defender, intentaba anotar y a menudo procuraba ser el jugador más enérgico de la cancha. Recuerdo que un día, después del entrenamiento, mi padre me corregía los errores que había cometido. Yo protesté porque era el jugador más activo de mi equipo. Recuerdo su respuesta como si hubiera sido ayer. Me dijo: «Nunca confundas actividad con logro». Era su versión de las famosas palabras pronunciadas por John Wooden: «Nunca confundas actividad con éxito». Puedes estar increíblemente ocupado y, sin embargo, no conseguir aquello para lo que has sido llamado. Decir sí a algo siempre conlleva un no a otra cosa. Elige sabiamente. El objetivo no es el activismo. El objetivo es la fidelidad. La manera principal en que servirás a tu gente es ser un arma santa en la mano de Dios mientras les enseñas la Biblia domingo tras domingo.

 

Abandona el ídolo de la popularidad

Perdóname por ser tan directo, pero es que no hay otra forma de decirlo. La búsqueda de la popularidad podría ser un ídolo en tu vida y debe ser expuesto como tal. Todos debemos estar alerta contra esto. A la mayoría de los pastores les gusta ser respetados y desean caer bien. Sin embargo, como todos hemos experimentado, hay un pequeño paso de desear respeto a idolatrar la popularidad que puede ir y venir. Es cierto que si asistes a todas las reuniones de la escuela dominical, a todos los partidos de la comunidad y a todas las organizaciones cívicas, sin duda recibirás elogios. Pero tienes que preguntarse continuamente, ¿estoy enfocándome en mi verdadero propósito en el ministerio? Recuerda las palabras de Gálatas 1:10, «Porque ¿busco ahora la aprobación de los hombres o la de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Si todavía tratara de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo».

 

Es probable que no estés eligiendo entre el bien y el mal, sino entre lo bueno y lo mejor. Las decisiones que te harán popular entre la gente pueden no ser las mismas que harán que tu vida y ministerio agraden a Dios. Recuerda las palabras de 1 Corintios 4:2, que dice: «Además, se requiere de los administradores que sean hallados fieles».

 

Niégate a sacrificar tu vida devocional

Tu vida devocional será lo más fácil de sacrificar, pero es lo único que no puedes permitir que se pierda. La congregación no sabrá de inmediato si tu tiempo con el Señor se está resintiendo. Todavía podrás predicar sermones los domingos, y serás capaz de recordar versículos bíblicos cuando sea necesario para aconsejar. Sin embargo, hacer ministerio desde un corazón que se enfría pasará factura. Proporcionar cuidado pastoral a las ovejas descarriadas dejará tu corazón encallecido y amargo si no estás buscando diariamente el corazón, la voluntad y la Palabra de Dios. Debemos amar a Dios si queremos amar bien a la gente (Mt. 22:37–39).

 

Como sabiamente afirmó Robert Murray McCheyne: «Lo que un hombre es de rodillas delante Dios, eso es, y nada más». Es en nuestro tiempo de oración y en el estudio personal de la Biblia donde encontramos fuerza, dirección y capacidad para soportar las dificultades en el ministerio. Jesús mismo es el ejemplo perfecto de retirarse para pasar tiempo en oración. Me temo que inevitablemente comenzarás a tomar atajos en tu caminar con Dios si intentas mantener un horario que complazca a la gente. Con el tiempo, se convertirá en una trampa que te atrapará. Puede que no te lleve a caer inmediatamente, pero seguramente te llevará a la perdición con el tiempo.

 

En conclusión, quiero animarte a que des prioridad al cumplimiento de aquello para lo que Dios te ha dotado de manera única. Has sido dotado y llamado a servir, ordenado por Dios para dirigir de una manera que exige una devoción continua a su ministerio. Sí, la afirmación de los miembros de la iglesia trae alegría, pero no es el objetivo final. Las quejas de tu gente sin duda lastimarán, pero no dejes que los dolores del ministerio te hagan descuidar tu primer amor. Recuerda esto, mi amigo, en la vida como pastor, los aplausos no pueden ser la razón por la que te quedas, y las flechas no pueden ser la razón por la que renuncias. Perduramos en hacer el trabajo de pastorear al pueblo de Dios—sin importar los golpes—amando a nuestra congregación, y al mismo tiempo, escogiendo ser encontrados agradables a Dios sin importar lo que digan los demás.

 

Oro que esta carta sea un estímulo para tu corazón. Para que no pienses que eres el único pastor que lucha con estas cosas, debes saber que podría enviar esta misma carta a casi cualquier pastor, y daría en el clavo con quien la leyera. Estas son luchas comunes. Gracias al Señor, hay una respuesta: vivir cada día sólo para la gloria de Dios. Nada más se espera; nada menos es suficiente.

 

En Cristo,

Michael Staton


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