Uno de los mayores consuelos que disfrutamos como creyentes es que Cristo está con nosotros en cada momento de nuestras vidas. Incluso Jesús alentó a sus discípulos con esta promesa: «yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt. 28:20).

Sin embargo, poco después de hacer esta promesa, Jesús se marchó.

Hechos 1:9–11 narra la ascensión de Cristo al cielo,

«Después de haber dicho estas cosas, fue elevado mientras ellos miraban, y una nube le recibió y le ocultó de sus ojos. Y estando mirando fijamente al cielo mientras Él ascendía, aconteció que se presentaron junto a ellos dos varones en vestiduras blancas, que les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, vendrá de la misma manera, tal como le habéis visto ir al cielo».

¿Cómo puede ser que Cristo esté al mismo tiempo en el cielo y con su pueblo en la tierra? ¿Cómo puede prometer estar con sus discípulos (Mt. 28:20) y también decir «Os conviene que yo me vaya» (Jn. 15:7)?

La única respuesta posible a estas preguntas es que Él es tanto Dios como hombre.

 El Cristo omnipresente

Lo que llamamos «omnipresencia» de Dios es proclamado en toda la Escritura. 1 Reyes 8:27 declara: «He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener». Dios pregunta retóricamente a través de Jeremías: «¿No lleno yo los cielos y la tierra?» (Jer. 23:24; cp. Sal. 139:7–10).


Cuando llegamos al Nuevo Testamento, es crucial recordar que la omnipresencia de Dios no cambia cuando el Hijo asume una naturaleza humana.


Cuando el Hijo se hizo hombre, no perdió su divinidad de ninguna manera. Calvino comenta sobre Juan 1:14, «Cristo, al hacerse hombre, no dejó de ser lo que era antes, [y] ningún cambio tuvo lugar en esa esencia eterna de Dios que fue revestida de carne». Sabemos que esto es así porque es imposible que Dios cambie (Mal. 3:6; Stg. 1:17).

Algunas personas han interpretado la afirmación de Pablo de que el Hijo «se despojó a sí mismo» en Filipenses 2:7 como que Él «dejó de lado» o «renunció» a ciertos atributos divinos en la encarnación. Afortunadamente, Pablo explica lo que significa «se despojó a sí mismo» en la siguiente frase. Él escribe que el Hijo «se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, y hecho semejante a los hombres».

Entonces, el Hijo no perdió nada en la encarnación, sino que asumió una naturaleza humana. Esta es la razón por la que Calvino concluye: «Cristo, de hecho, no podía despojarse de la divinidad; pero la mantuvo oculta por un tiempo, para que no fuera vista, bajo la debilidad de la carne. Por lo tanto, dejó de lado su gloria a la vista de los hombres, no disminuyéndola, sino ocultándola». En lo que respecta a su presencia, no perdió la omnipresencia, sino que asumió la localidad como un hombre. Su ser infinito estaba velado en una ubicación finita, pero no totalmente contenido en ella.

Además, el Nuevo Testamento nos dice que Cristo es el único y verdadero Dios, no una versión parcial o disminuida de Dios. Pablo escribe que «en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad» (Col. 2:9). También sostiene toda la creación (Col. 1:17; Heb. 1:3), algo que solo es posible si es inmenso y omnipresente.

Entonces, aunque Cristo es verdaderamente un hombre y está localizado en un lugar como tal, es simultáneamente el Dios omnipresente. Esta maravillosa y aterradora realidad fue expresada de manera útil en el período de la Reforma.

El extra calvinísticum 

La creencia de que Cristo es omnipresente como Dios pero localizado como hombre ha llegado a conocerse como el extra calvinísticum. Sin embargo, este título es algo engañoso porque Calvino no inventó la doctrina. Simplemente se asocia con su nombre debido a cómo influyó en los debates luteranos-reformados sobre la Cena del Señor.

Paul Helm ofrece una definición sucinta del extra calvínisticum: «Esta es la perspectiva de que en la encarnación, Dios el Hijo retuvo propiedades divinas como inmensidad y omnipresencia, y por lo tanto, Cristo no estaba físicamente confinado dentro de los límites de lo humano».2 Richard Muller lo explica más a fondo: «Los reformados argumentaban que la Palabra está completamente unida pero nunca totalmente contenida dentro de la naturaleza humana y, por lo tanto, incluso en la encarnación, se debe concebir como más allá o fuera (extra) de la naturaleza humana».3 Así que, esta doctrina tiene tanto un elemento positivo como uno negativo.

En el aspecto positivo, el extra calvinísticum enseña que Dios el Hijo retiene todas sus atribuciones divinas, específicamente la omnipresencia. Negativamente, debido al punto positivo, Dios el Hijo no está contenido dentro de la naturaleza humana que asumió. Calvino lo articula de manera preciosa:

«Incluso si la Palabra en su esencia inmensurable se unió con la naturaleza del hombre en una persona, no imaginamos que quedara confinada en ella. Aquí hay algo maravilloso: el Hijo de Dios descendió del cielo de tal manera que, sin dejar el cielo, quiso ser llevado en el vientre de la virgen, andar por la tierra y colgarse en la cruz; sin embargo, continuamente llenaba el mundo como lo había hecho desde el principio».4 

El reformador de Ginebra evita cuidadosamente dos errores aquí. Primero, se niega a dividir la persona de Cristo. El Hijo que llena todas las cosas es la misma persona que nació de una virgen. En segundo lugar, se niega a mezclar las dos naturalezas de Cristo. Volviendo a sus comentarios sobre Juan 1:14, Calvino escribe:

«Hay dos cosas principalmente que deben observarse. La primera es que dos naturalezas estaban tan unidas en una persona en Cristo, que un mismo Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La segunda es que la unidad de la persona no impide que las dos naturalezas permanezcan distintas, de modo que su Divinidad retiene todo lo que le es peculiar, y su humanidad sostiene separadamente lo que le pertenece. Y, por lo tanto, como Satanás ha intentado inútilmente derrocar la doctrina sólida por medio de herejes, siempre ha presentado uno u otro de estos dos errores; o que era el Hijo de Dios y el Hijo del hombre de manera tan confusa, que ni su Divinidad permanecía intacta ni llevaba la verdadera naturaleza humana; o que estaba revestido de carne, de modo que era como doble y tenía dos personas separadas. Así, Nestorio reconocía expresamente ambas naturalezas, pero imaginaba dos Cristos, uno que era Dios y otro que era hombre. Eutiques, por otro lado, aunque reconocía que el único Cristo es el Hijo de Dios y el Hijo del hombre, no le dejaba ninguna de las dos naturalezas, sino que imaginaba que estaban mezcladas». 

Evitar los dos errores delineados por Calvino aquí es difícil pero necesario. Aquel que es hombre está con nosotros, pero no según su humanidad. Aquel que es Dios está localizado en el cielo con el Padre, pero no según su divinidad. La única persona, Dios y hombre, está tanto con nosotros hasta el fin de los tiempos como lejos de nosotros como intercesor en el cielo.

¿Ves cómo una doctrina como el extra Calvinisticum nos ayuda a responder la pregunta de cómo Cristo está personalmente presente con nosotros y también en el cielo? Nos muestra cómo armonizar textos como Mateo 28:20 y Hechos 1:9–11. Comprender las profundidades de tal doctrina puede estar más allá de nuestro alcance, pero nos enseña cómo entender e interpretar las Escrituras de una manera que honra a Cristo tal como es.

Aunque nuestro entendimiento siempre será limitado, seguramente podemos confesar con Agustín: «He aquí, estuvo aquí, y también estaba en el cielo; aquí en su carne, en el cielo por su divinidad; sí, en todas partes por su divinidad. Nacido de una madre, sin dejar al Padre».5 

Recursos recomendados

  1. Dios Encarnado: Cristología histórica, bíblica y contemporánea por Stephen Wellum
  2. La disertación (en inglés) de Andrew G. McGinnis acerca del extra Calvinisticum está disponible en línea y fue publicada posteriormente como The Son of God Beyond the Flesh [El Hijo de Dios más allá de la carne]. 

Referencias

[1] Para una explicación completa de Filipenses 2:6–8, véase el artículo de Mike Riccardi “Veiled in Flesh the Godhead See: A Study of the Kenosis of Christ” [Velado en carne, contempla la divinidad: Un estudio de la kenosis de Cristo] The Master’s Seminary Journal 30/1 (Primavera 2019): 103–127 y Stephen J. Wellum, God the Son Incarnate [Dios el Hijo encarnado] (Wheaton: Crossway, 2016), 174–179. 

[2] Paul Helm, John Calvin’s Ideas [Las ideas de Juan Calvino] (Oxford: Oxford University Press, 2004), 58. 

[3] Richard Muller, Dictionary of Latin and Greek Theological Terms [Diccionario de términos teológicos en latín y griego], 2nd ed. (Grand Rapids: Baker Academic, 2017), 116. 

[4] Juan Calvino, Institutes of the Christian Religion [Institución de la religión cristiana], trad. Ford Lewis Battles (Louisville, KY: Westminster John Knox Press, 1960), II.13.4. 

[5] Agustín de Hipona , “Lectures or Tractates on the Gospel according to St. John” [Enseñanzas o Tratados sobre el Evangelio según San Juan]  en A Select Library of the Nicene and Post-Nicene Fathers of the Christian Church [Una Biblioteca Selecta de los Padres Nicenos y Post-Nicenos de la Iglesia Cristiana], First Series, ed. Philip Schaff, trad. John Gibb y Jaes Innes (New York: Christian Literature Company, 1888), 7:84.